El 6 de junio, Héctor Chumpitaz fue homenajeado en La Gran Noche Crema, organizada por Luis Arturo ‘Papelito’ Cáceres. Tuve la suerte de asistir a este evento y conversar una larga media hora con Chumpi, y debo confesar que mi admiración hacia él va más allá de lo deportivo prolongándose a sus calidades de ser humano, las mismas que sumadas a su don de gente están a la altura y más de su grandeza deportiva cuando era el Gran Capitán de América. Grande entre los grandes, dentro y fuera de las canchas.
Respetado por todos y de hablar pausado, no conoce la soberbia, ni aun cuando se le recuerdan las grandes satisfacciones que dio al fútbol peruano, como los triunfos con la U frente a River Plate y Racing, memorables no sólo porque se lograron en 48 horas sino porque en 1967 eran dos de los equipos monstruos de América, o su gloriosa participación en cinco clasificatorias a Mundiales de Fútbol, dos mundiales, sus ocho campeonatos nacionales y sus choques con Pelé, a quien supo neutralizar con sobriedad y elegancia.
Ante tanta grandeza y sencillez yo me preguntaba qué han ganado, aparte de muchos billetes, los peloteros de ahora, esos que a fuerza de adjetivos de la prensa chicha y barata (de arriba y de abajo, panfletaria y decana) aparecen como ídolos, pero que no son más que becerros de oro de  una parte matyoritaria de la sociedad que mide a las personas por el dinero que tienen en la billetera o en sus cuentas bancarias  y no por sus valores y por sus verdaderas realizaciones.
El famoso ‘Chumpi’ tuvo inicios sin bombos ni platillos. Nació en una familia respetable un 12 de abril de 1944 y  empezó a patear una pelota en su natal Cañete, en cuyas playas fortaleció sus abdominales que luego serían la base –según él mismo cuenta- para que hiciera el famoso “salto con doble ritmo” con el que superaba a rivales mucho más altos que él. En Lima empezó su carrera deportiva en la Unidad Vecinal Nº 3, en la Segunda División, y luego el Deportivo Municipal, donde debutó profesionalmente en 1964. Pasó en 1966 a Universitario de Deportes donde dio cátedra de juego.
No tenía más de 1:68 metros de estatura, escasa para un zaguero central, pero su energía, firmeza y una envidiable masa muscular le valieron para que fuera llamado ‘El granítico’. La limpieza, calidad y elegancia de su juego lo distinguían como un gran señor de las canchas. Tenía gran sentido de anticipación y era impasable en el juego aéreo. La potencia y precisión de su disparo culminó muchas veces en los famosos ‘chumpigolazos’ y pases-gol a gran distancia, como el pase de 40 metros a ‘Perico’ León, quien paró la pelota con el pecho y, ante la salida de Mario Agustín Cejas, anotó el 1-0 ante la selección Argentina. Días después, el 31 de agosto de ese año, Chumpitaz fue uno de los artífices del 2-2 en la mítica Bombonera que nos llevó al Mundial México 70.
En el Mundial de México, un histórico 2 de junio, Chumpitaz anotó un gol de tiro libre – uno de los famosos chumpigolazos- con el que transitoriamente empatábamos con Bulgaria para que luego, con gol de  Teófilo Cubillas, volteáramos el partido tras ir perdiendo 2-0. Chumpitaz luego fue subcampeón de la Copa Libertadores en 1972 jugando por Universitario de Deportes. En 1975 fue campeón de la Copa América haciendo pareja con otro grande, Julio Meléndez Calderón,  y artífice en la clasificación para Argentina 78 y para España 82.
En el último partido de la clasificatoria para España 82 Perú empató 0-0 con Uruguay, en el antiguo Estadio Nacional, y al final del partido fue levantado en hombros, aquella tarde del 5 de setiembre 1981. Fue el final de su carrera en la selección, pues luego sufrió una seria lesión que imposibilitó su presencia en España, donde era titular indiscutible. Tres años después, en 1984, se retiró.
Chumpitaz representó al Perú 105 veces y fue 8 veces campeón en Perú (5 con Universitario y 3 con Sporting Cristal), jugó 456 partidos en Primera División, donde anotó 65 goles (77 goles en toda su carrera profesional). Jugó 2 temporadas en el club Atlas de México entre 1975  y 1977.
El Gran Héctor Chumpitaz no sólo fue capitán de Universitario de Deportes y de la Selección Peruana sino del equipo de América y fue considerado uno de los mejores defensas de América de todos los tiempos, entre los 100 mejores jugadores de todos los tiempos y en el once ideal de América de los últimos 50 años.
Me queda un inmenso recuerdo de La Gran Noche Crema: la calidad de Chumpi como persona y en mi mente siempre resonará su enorme jugada de la tarde del 3  agosto de 1969, narrada por Lucho Izusqui Tataje, del programa Ovación de radio El Sol, cuando tomó la pelota y enrumbó sobre el campo argentino e Izusqui decía “….sigue generando ataque…” y segundos después estallaba el Estadio Nacional con el gol de otro grande, Pedro Pablo ‘Perico’ León. Chumpi sigue generando ataque.
Gracias Gabo por esos momentos que a mis 51 años los gocé como un niño de 12.

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